Radowitzky a los 17 años |
A fines del siglo XIX, una masiva inmigración europea arribó a la Argentina en busca de trabajo y con la intencion de escaparle a la crisis que azotaba al Viejo Continente. El inicio del ferrocarril había promovido el crecimiento de la economía, con grandes producciones agrícolas y ganaderas. Esto, sumado a la demanda de mano de obra, impulsó a los gobernantes a promover la inmigración, brindando subsidios y pasajes, y viendo en ella un futuro próspero. En los comienzos del siglo XX, la sociedad argentina se encontraba en búsqueda de un mismo rumbo y de un ser nacional. La heterogénea población no poseía una identidad clara debido a las diferentes culturas que se asentaron en el país. Se calcula que arribaron algo más de un millón de personas, cuando la Argentina tenía una población de dos millones. Los inmigrantes, italianos y españoles en primera medida, tardaron en nacionalizarse, no demostraban ningún interés por la política y esto atrasó la consolidación de la sociedad. Con el correr de los años, los extranjeros comenzaron a acercarse entre ellos y a organizarse creando partidos (Comunista, Socialista, Anarquista) y a reclamar sus derechos.
El comienzo del siglo XX fue el escenario de una gran expansión económica pero también de un alto grado de tensión social. La clase trabajadora recurría habitualmente a las huelgas como medio de protesta y los patrones reprimían duramente. En este contexto, Simón Radowitzky llegó al país.
Simón nació en una Rusia convulsionada y fue parte de una generación de luchadores e idealistas en contra del régimen zarista. Hijo de una humilde familia judía, siempre su padre, quien no podía brindarle ninguna riqueza material, le inculcó la importancia de la instrucción y de la educación. A los diez años, Radowitzky tuvo que dejar la escuela para poder ayudar económicamente en su hogar. Su primer empleo fue como aprendiz de cerrajero. Trabajaba desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche. Estas largas jornadas repercutieron en su forma de pensar, ya que la protesta por la reducción de horas laborales fue uno de los principales motivos que impulsó su lucha.
En esa época, era costumbre que los aprendices se hospedaran en la casa del maestro. Dormía en el comedor, debajo de la mesa. La hija del cerrajero se reunía por las noches con un grupo de estudiantes a debatir sobre los problemas sociales de aquella época. El tema central de dichas charlas pasaba por la emancipación de los trabajadores y campesinos ante la embestida de las clases burguesas. Gracias a esto, Radowitzky conoció un mundo nuevo desde muy chico y se hizo con las primeras herramientas.
Simón creció junto un clima de rebeliones en su país. La brecha entre las clases altas y el proletariado era cada vez más ancha y los derechos de los trabajadores eran pisoteados. En una movilización para pedir una reducción de las jornadas laborales, Radowitzky sufrió un disparo en el pecho pero pudo escapar y no caer en manos de los cosacos, la policía rusa quien efectuó la represión. El revolucionario tenía apenas 14 años y esta herida estuvo consigo durante toda su vida. Allí, comenzó su vida contestataria.
El clima se fue tensionando cada vez más y Simón ya había participado de diversas movilizaciones y marchas. Estaba en la mira del régimen zarista y al cumplir los 16 años ya podía ser deportado a Siberia y ser condenado a la pena de muerte. Era un momento muy difícil para Radowitzky. Sus compañeros y familiares lo ayudaron a falsificar su documentación y poder salir del país. Mediante un vapor transoceánico se trasladó a la Argentina.
Llegó en marzo de 1908 con tan sólo 17 años. Las protestas aquí también eran constantes y las informaciones de las revueltas europeas que llegaban tenían su eco dentro de la clase trabajadora. Rápidamente se capacitó con respecto al idioma, consiguió trabajo en el taller mecánico Zamboni y comenzó a frecuentar los mitines y las asambleas. Lector de La Protesta, Simón continuaba luchando por sus ideales y la justicia social.
El anarquismo en el monumento a Ramon Falcon |
El 1ro de mayo de 1909 se convocó una marcha en reivindicación a los mártires de Chicago y la jornada de ocho horas laborales, organizada por la clase obrera. El comisario Ramón Falcón, uno de los personajes más macabros de nuestra historia y quien estaba presente en la movilización, dio la orden de reprimir y se desató la masacre. Ocho muertos y decenas de heridos fue el saldo de uno de los días más tristes de la historia argentina. La matanza causó una profunda indignación en la clase trabajadora y en Radowitzky, quien había estado presente.
Simón decidió vengarse de aquel episodio y encontró la manera. En noviembre colocó una bomba casera, que el mismo produjo, debajo del transporte que trasladaba al comisario y finalizó con la vida de éste. En el vehiculo se encontraba su ayudante, Lartigau, quien también falleció. No se pudo disimular el contento de las organizaciones obreras, que veían esta actitud como una forma de venganza por la masacre sufrida. La noticia recorrió el país y Radowitzky fue encarcelado, con apenas 18 años.
Por su corta edad, el tribunal no lo pudo condenar a la pena de muerte entonces optaron por una sentencia de tiempo indefinido. Fue reclutado en la Penitenciaría Nacional. Luego, por sospechas de que pueda huir de dicho establecimiento se lo trasladó a la cárcel de Ushuaia, reservado para convictos extremadamente violentos.
Radowitzky en el proceso policial |
Allí sufrió las peores degradaciones que un ser humano podría padecer. Estuvo, prácticamente, permanentemente castigado a pan y agua y en celdas de castigo donde no podía movilizarse por la pequeña dimensión del cuarto. Veinte años soportando esta situación hablan de una entereza física y moral que no se encuentra en el común de la gente. Durante estos años, comenzó una propaganda y un pedido constante por la libertad de Radowitzky.
En 1930, Hipólito Yrigoyen firmo el indulto para la liberación del anarquista pero no deseaba al "insurrecto" en el país, así que lo expulsó a Uruguay. En la república oriental, el gobierno de Gabriel Terra también decidió echarlo aplicando la ley de extranjeros indeseables. Simón permaneció allí y fue detenido, nuevamente, y llevado al penal de la isla de Flores. Luego de arduas negociaciones, el abogado logró sacarlo.
Como si esto fuera poco, cuando salió, Radowitzky decidió ir a España a luchar en la Guerra Civil. Luego de la victoria franquista, se extraditó en Francia, en lo centros de internamientos que las autoridades francesas establecieron para encerrar a más de medio millón de españoles que huían de las garras del dictador Francisco Franco.
Abandonó el país galo para trasladarse a México, donde la muerte lo encontró trabajando en una fábrica de juguetes el 4 de marzo de 1956. Un paro cardíaco logró lo que no pudo décadas de torturas y sufrimientos. Simón Radowitzky, una de las personas más valientes que habitaron el suelo argentino y victima de un sistema cruel, es digno de recuerdo y merece el respeto por todos aquellos que lucharon por sus ideales y un mundo más justo.
Supongamos que esto es un perfil, le vendría faltando una galería de fotos, así como le falta una entrevista, todos los posteos de su sección, al menos un video y por lo menos una nota temática
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