martes, 22 de noviembre de 2011

El gran Ástor

Piazzolla dejó un legado imborrable en el mundo
Si bien, no modificó la historia política del país, su vida transformó uno de los aspectos más concretos del argentino. El tango, un estilo de vida para muchos, es uno de las características y fenómenos culturales más apegados a nuestra sociedad. A pesar de que el nacimiento del 2x4 fue varios años más atrás que el inicio de Ástor Piazzolla como artista, éste marcó un antes y un después en la historia del tango argentino y mundial.
En 1921, con el mundo de la posguerra, la URSS todavía convulsionada y con Jorge Luis Borges regresando al país, nació Ástor Piazzolla. “Nací en Mar del Plata, crecí en Nueva York, encontré mi camino en París, pero cada vez que subo a un escenario la gente sabe que voy a tocar música de Buenos Aires”, explicaba el músico como carta de presentación.
Piazzolla creció bajo una educación muy estricta, y su primer bandoneón, de segunda mano y que costó 18 dólares, fue un regalo de su padre por sus logros. Comenzaba la carrera de Ástor, quien en ese momento ya se encontraba en la ciudad neoyorquina. Se presume que sus padres decidieron instalarse en Estados Unidos cuando Piazzolla tenía cuatro años.
Con apenas diez años, Ástor actuó por primera vez en la Radio Recording Studio de Nueva York con la artista Marionete Spagnol, grabando un acetato no comercial. En diciembre de 1933, tendrá su primer encuentro con Carlos Gardel, cuando éste viajó a Nueva York para firmar un contrato por cuatro películas. El joven Piazzolla fue a entregarle a Gardel, un regalo de parte de su padre, gran admirador del Zorzal.
A pesar de que Ástor era todavía un chico, se hizo muy amigo de Gardel. Hasta actuó de “canillita” en la película que consagraría al gran cantor argentino: El día que me quieras. El joven recibió 25 dólares por su papel. También, cuenta la historia, que Carlitos cuando lo escuchó por primera vez a Piazzolla le dijo: “¡Mirá, pibe, el fueye lo tocás fenómeno, pero el tango lo tocás como un gallego!”.
Un joven Piazzolla haciendo de canillita junto a Carlos Gardel
Con sólo 18 años y ya viviendo en Mar del Plata, recibió la invitación de Aníbal Troilo para integrar como bandoneonista su orquesta. Ástor comenzó a conocer el ambiente del tango, más que nada en el cabaret Tibidabo, propiedad de Troilo. Allí empezó a compartir mesas con Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y Enrique Cadícamo, tres leyendas del tango. “Yo era, al principio, uno de los tantos bandoneones que tenía Troilo en su orquesta, pero quería ser el primero y llegué a serlo. El Gordo confiaba en mí”, comentó Ástor una vez y que su hija, Diana Piazzolla transcribió en su libro, Ástor.
El aire renovador del brillante compositor comenzó cuando en 1944, deja la orquesta de Troilo y comienza a dirigir a la que debía acompañar al cantor Francisco Fiorentino. En aquellos años, Piazzolla ya manifestaba características de un músico único. “Piazzolla no es tango”, decían algunos detractores del intérprete. Pero al final, grandes compositores y el mundo del tango todo, lo reconoció como uno de los personajes más influyentes de la música argentina.
En 1959 muere Vicente Piazzolla, su padre. Esto marcó profundamente al artista, quien luego compuso “Adiós, Nonino”, sino el más, uno de los temas más emocionantes de su repertorio. Esta obra es la recomposición de “Nonino” que había compuesto en París en 1954. En aquellos compases, Ástor inmortalizó la gran pérdida que le dejó la muerte de su padre.
En 1965 se dará el encuentro entre dos de los personajes más importantes de nuestra historia. En ese año, se graba El Tango, un trabajo que incluía textos de Jorge Luis Borges y que Piazzolla musicalizó.

Borges y Piazzolla en una de las tantas charlas que mantuvieron
Cuenta la historia que Atahualpa Yupanqui y Piazzolla se encontraron en la casa de un amigo en común, en Paris. Allí, durante la cena, Don Ata relató la historia de cómo se conocieron sus padres. Ástor, quien había escuchado la narración en silencio, le propuso a Yupanqui que la escriba y que él le iba a poner música. Días después, llegó la creación del tema “Campo, camino y amor”, producto de aquella charla entre ambos.
Debido a su permanencia en el exterior, Piazzolla era visto con cierto resquemor por alguna parte de la sociedad argentina, cerrada a todo lo que venía “de afuera”. Pero Ástor supo sortear esos obstáculos y se instaló en la cima del tango. “Yo hice una revolución en el tango, rompí viejos moldes, por eso me atacaron y tuve que defenderme. Pero lo que nadie me puede negar es mi origen; tengo el tango marcado en el orillo”, declaró el inolvidable músico, quien modificó para siempre la música argentina. Un gran artista, siempre fiel a su estilo, sin traicionar sus convicciones, hizo llorar, reír, disfrutar, bailar a millones de argentinos, debido al don con el que nació.

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